Desde tiempos remotos, la humanidad ha arrojado desechos de todo tipo a los
ríos y al mar. Cuando la Tierra no estaba tan poblada, esto se regulaba de manera natural: las aguas de los ríos arrastran los desechos hacia los
océanos, las bacterias utilizan el oxígeno disuelto en el agua y degradan los
compuestos orgánicos, que a su vez servían de alimento a los peces y plantas y
regresaban el oxígeno y el carbono a la biósfera.
Actualmente, por el crecimiento de la población y de las industrias, se
arrojan toneladas de desechos que ya no pueden degradarse de manera natural, provocando que los seres vivos de las aguas ya no sean capaces de
reproducirse adecuadamente.
Las áreas costeras del mundo están contaminadas principalmente por las descargas de aguas negras, sustancias
químicas de las industrias, basura, petróleo y restos de otros materiales sólidos.
Es por esto que debemos tener una actitud responsable: no debemos arrojar
basura al agua cuando estemos a la orilla de un río o de la playa, ni dejar nuestros
desechos cerca de ella. Con esto podemos contribuir a que los peces y las
plantas acuáticas no se extingan o
se contaminen.
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